Datos y evidencias del teletrabajo, antes y durante la pandemia por COVID-19
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Resumen
Este breve ensayo parte de la hipótesis de que el teletrabajo no es nada más, y nada menos, que la manifestación de un anunciado cambio de época, del cual la pandemia está actuando como acelerador. Un cambio de época definida por un nuevo espacio económico y laboral, además de social, que es el ciberespacio, que profundiza en la digitalización de la economía y la flexibilización del mercado de trabajo. El teletrabajo es un resultado esperado en esta nueva realidad. La pandemia ha incrementado exponencialmente esta nueva forma de organización del trabajo, definida como el trabajo realizado en domicilio utilizando equipos electrónicos. Desde una perspectiva global, la OIT ha estimado, en base a las encuestas de hogares de 31 países realizadas en el segundo trimestre de 2020, que el 17,4% de las personas ocupadas de todo el mundo, unos 557 millones, trabajaron en ese periodo en sus domicilios, oscilando entre el 25,4% en los países de renta alta y el 13,6% en los países de renta baja. Para América Latina, el teletrabajo se elevó entre a un 25-30% en el segundo trimestre de 2020, y en Europa, Eurofound, en el mes de abril de 2020, estimó que el 37% de los participantes había empezado a trabajar en el domicilio con el inicio de la pandemia. Todo lo cual ha permitido mantener cierta actividad económica y la relación laboral de estas personas durante la pandemia. Asimismo, no hay que olvidar que la pandemia ha provocado también enormes pérdidas de empleo, especialmente durante el segundo trimestre de 2020, en que según las estimaciones de la OIT se perdieron más de 300 millones de empleos a jornada completa. Unas pérdidas de empleos que en el segundo trimestre de 2021 aún no se han recuperado respecto a los niveles anteriores a la pandemia. En este sentido, no hay que olvidar que el teletrabajo no crea nuevas ocupaciones, solo proporciona una nueva forma de organizar el trabajo para aquellas ocupaciones cuyas tareas pueden realizarse virtualmente. En el momento de elaboración de este artículo, después de un año de restricciones en la actividad económica, la movilidad y la interacción social, las encuestas que ha continuado realizando Eurofound muestran que el teletrabajo exclusivo, todos los días de la semana, está disminuyendo en el conjunto de la Unión europea, desde el 34% en verano de 2020 al 24% en la primavera de 2021. Dado que la pandemia aún no ha finalizado, y que no sabemos cómo acabará este “experimento”, debemos continuar monitorizando estos cambios en la manera de trabajar, y cómo afectan al mercado de trabajo y a las condiciones de empleo y trabajo. Hasta donde sabemos, el teletrabajo ofrece grandes ventajas, pero también importantes inconvenientes, respecto a las condiciones de trabajo y empleo, las cuales pueden afectar a la salud de la persona que teletrabaja, positiva o negativamente. La regulación del teletrabajo es un elemento clave de la regulación de la economía digital basada en el ciberespacio, y debe tener un alcance global.
Este breve ensayo parte de la hipótesis de que el teletrabajo no es nada más, y nada menos, que la manifestación de un anunciado cambio de época, del cual la pandemia está actuando como acelerador. Un cambio de época definida por un nuevo espacio económico y laboral, además de social, que es el ciberespacio, que profundiza en la digitalización de la economía y la flexibilización del mercado de trabajo. El teletrabajo es un resultado esperado en esta nueva realidad. La pandemia ha incrementado exponencialmente esta nueva forma de organización del trabajo, definida como el trabajo realizado en domicilio utilizando equipos electrónicos. Desde una perspectiva global, la OIT ha estimado, en base a las encuestas de hogares de 31 países realizadas en el segundo trimestre de 2020, que el 17,4% de las personas ocupadas de todo el mundo, unos 557 millones, trabajaron en ese periodo en sus domicilios, oscilando entre el 25,4% en los países de renta alta y el 13,6% en los países de renta baja. Para América Latina, el teletrabajo se elevó entre a un 25-30% en el segundo trimestre de 2020, y en Europa, Eurofound, en el mes de abril de 2020, estimó que el 37% de los participantes había empezado a trabajar en el domicilio con el inicio de la pandemia. Todo lo cual ha permitido mantener cierta actividad económica y la relación laboral de estas personas durante la pandemia. Asimismo, no hay que olvidar que la pandemia ha provocado también enormes pérdidas de empleo, especialmente durante el segundo trimestre de 2020, en que según las estimaciones de la OIT se perdieron más de 300 millones de empleos a jornada completa. Unas pérdidas de empleos que en el segundo trimestre de 2021 aún no se han recuperado respecto a los niveles anteriores a la pandemia. En este sentido, no hay que olvidar que el teletrabajo no crea nuevas ocupaciones, solo proporciona una nueva forma de organizar el trabajo para aquellas ocupaciones cuyas tareas pueden realizarse virtualmente. En el momento de elaboración de este artículo, después de un año de restricciones en la actividad económica, la movilidad y la interacción social, las encuestas que ha continuado realizando Eurofound muestran que el teletrabajo exclusivo, todos los días de la semana, está disminuyendo en el conjunto de la Unión europea, desde el 34% en verano de 2020 al 24% en la primavera de 2021. Dado que la pandemia aún no ha finalizado, y que no sabemos cómo acabará este “experimento”, debemos continuar monitorizando estos cambios en la manera de trabajar, y cómo afectan al mercado de trabajo y a las condiciones de empleo y trabajo. Hasta donde sabemos, el teletrabajo ofrece grandes ventajas, pero también importantes inconvenientes, respecto a las condiciones de trabajo y empleo, las cuales pueden afectar a la salud de la persona que teletrabaja, positiva o negativamente. La regulación del teletrabajo es un elemento clave de la regulación de la economía digital basada en el ciberespacio, y debe tener un alcance global.